Ocurrió este miércoles de forma inesperada. Una guía turística de Eventour iniciaba junto a un grupo de cordobeses su recorrido por la Judería de Córdoba, señalando las claves de la cultura sefardí en la Córdoba medieval cuando, al escuchar la palabra «convivencia», en alusión al clima en que vivían judíos, musulmanes y cristianos en Al Andalus, Maimónides se apareció. Empezaba así una de las actividades del Otoño Sefardí que organiza el Ayuntamiento de Córdoba y que, aunque mermado año a año en número de visitas de este tipo (llegaron a extenderse durante treinta días, el año pasado hubo ocho días de rutas y este año ya van por cinco), siguen atrayendo a un número importante de cordobeses.
Aunque la población local se inscribe masivamente en esta convocatoria y ocupa la larga lista de espera por si hay bajas, los turistas, a quienes en teoría van dirigidas para que conozcan el patrimonio e historia de Córdoba y para los que hay un cupo reservado, salvo honrosas excepciones, siguen brillando por su ausencia, no se sabe bien si por falta de interés o por falta de promoción en los hoteles. Aviso a navegantes. Si te apuntas a la ruta y no vas ni la cancelas, Turismo te penaliza y no podrás apuntarte a ninguna actividad durante un año.
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Maimónides por la Judería
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Pero volviendo a la aparición. Maimónides, vestido con turbante y túnica, hizo acto de presencia en plena ruta guiada para ofrecer al público su visión de los hechos y corregir esa idea extendida de que durante siglos Córdoba fue una balsa de aceite en la que convivieron pacíficamente judíos, musulmanes y cristianos. «Qué falacia tan grande», comenzó, «a los musulmanes no les gustaba convivir, cuando llegaron, los judíos ya estaban aquí, no hay que hablar de convivencia, unos vivían y a los otros les dejaban que viviesen, cobrándoles, claro está, impuestos más elevados». A partir de ahí, el filósofo y médico sefardí explicó que el Islam permitió a los judíos seguir viviendo en la ciudad y durante un tiempo no hubo demasiada rivalidad entre las tres religiones hasta que se produjo la caída del Califato Omeya en el siglo XI y «esa coexistencia pacífica se fragmentó». Fue entonces cuando entraron en escena, continuó su exposición, «los almorávides y los almohades», integristas de la época, lo que motivó la huida a otros territorios de gran parte de los judíos.
Un turista musulmán frente a Maimónides
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Uno de los momentos más singulares de la ruta y aparición de Maimónides en la Judería tuvo lugar junto al callejón de la Luna, donde un turista musulmán contemporáneo, acompañado por su mujer, de cabeza y rostro descubiertos, se cruzó con el personaje histórico. Perplejo ante la visión de ese extraño hombre con turbante que hablaba al grupo, preguntó a su guía particular qué era eso que estaba pasando. Lástima que ninguno de los presentes pudiera entender cuál fue la explicación del tercero.
A partir de ahí, la visita se adentró por el entramado de calles estrechas de la Judería y Maimónides alternó su alocución con la de Isabel, la guía de Eventour. Ella explicó ante su escultura quién fue su contemporáneo Averroes, el filósofo y médico musulmán cordobés, nacido pocos años antes que Maimónides, y recordó que en los años 60 del siglo pasado Córdoba decidió enaltecer figuras ilustres como la suya, con estatuas como la de la calle Cairuan.
El andalusí tomó después la palabra para reivindicar el valor de la educación y exponer el sistema educativo que existía en las madrazas musulmanas de Al Andalus, donde se impartía la enseñanza coránica, pero también matemáticas, jurisprudencia y otras disciplinas de forma gratuita. E insistió en que aquella Córdoba tan floreciente lo importante era compartir el conocimiento, lo que daría lugar al momento de gran esplendor cultural y científico y a la gran biblioteca andalusí que después perecería en manos del integrismo religioso.
Los asistentes a la primera ruta teatralizada del Otoño Sefardí supieron que Maimónides o Moisés ben Maimón era hijo de un juez y de la hija de un carnicero que murió cuando él nació y que con diez años su familia huyó cuando Córdoba fue conquistada. El relato del personaje histórico continuó describiendo el viaje, junto a su hermano David, primero a Granada y posteriormente a Almería, donde se instalaron hasta que él cumplió 21 años. «En ese momento, la ciudad se radicalizó y nos fuimos a Fez, donde pude conocer la gran biblioteca andalusí», destacó, «estudié hebreo, castellano, ladino, latín y griego y aprendí medicina».
A estas alturas, la visita discurría ya por el zoco municipal, que no tiene nada que ver con el zoco de la época andalusí, tan silencioso ahora y tan bullicioso y lleno de gente, puestos y regateos de unos y otros entonces. Fue allí donde Maimónides comentó que son las mujeres, las madres judías, las que «transmiten» la raza-religión judía a sus hijos a través de la genética y de la cultura que les infunden desde que son niños y también cómo un judío de madre no judía se considera menos judío que uno de madre judía y padre no judío. Enfilaba ya el tour hacia la recta final, camino de la sinagoga, cuando recaló en la Casa de Sefarad previamente, donde la guía comentó que en 1492, los judíos fueron expulsados de la península, incluida Portugal con quienes los Reyes Católicos realizaron alianzas destinadas a evitar la judeización de los nuevos cristianos. Ya en la sinagoga, dieron detalles sobre este edificio, que tras esa expulsión fue convertida en ermita dedicada a Santa Quiteria, en hospital de hidrófobicos (enfermos de rabia) y por último, ermita en honor a San Crispiano y San Crispín, hasta que en el siglo XIX, el yeso colocado antaño para camuflar la verdadera esencia del lugar empezó a caerse. «La familia de Julio Romero de Torres, interesada en la restauración de patrimonio, sería la impulsora de la recuperación de la sinagoga de Córdoba, una de las tres que aún se conservan en España».
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La visita, que alternó el humor con la recreación histórica, acabó en la Puerta de Almodóvar con la historia del último tramo vital de Maimónides en El Cairo, donde acabaría convirtiéndose en el gran médico que llegó a ser. Luego Maimónides desapareció.
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