En agosto y septiembre, surcan nuestros cielos bandadas emitiendo constantemente un sonido muy característico que sirve para mantener la cohesión del grupo. Se dirigen a sus cuarteles de invernada en África tropical y austral, desde Senegal hasta Nigeria e India Meridional. Son bandadas formadas en las colonias de cría con estabilidad durante todo su viaje migratorio. El paso del Estrecho de Gibraltar va incrementando su número desde la segunda quincena de agosto hasta llegar a su máximo en la primera quincena de septiembre, fecha que ha atravesado prácticamente el 85% de la población. Los máximos se dan en las primeras horas y al atardecer, y parece existir cierta segregación por edad, siendo los adultos los que efectúan el paso anticipado.
Pertenecen al mismo grupo que la abubilla, carraca y martín pescador, y es el único abejaruco de las 24 especies existentes que tiene parte de su área de distribución fuera de los trópicos. El área de cría se circunscribe a los países circunmediterráneos, las grandes islas de este mar, mar Negro y Caspio. Su límite de distribución lo forma la isoterma de 21 grados centígrados en el mes de julio. En la península se detectó hace tiempo que este área iba extendiéndose hacia el norte. No es descartable que con el aumento de la temperatura media, se amplíe su área de distribución hacia el norte. Al observarlo de cerca destaca su variado y contrastado colorido, su alargado pico decurbado hacia abajo y una larga cola verde-azulada. Están presentes todos los colores naturales, siendo más apagados en las hembras que en los machos. Es una especie muy gregaria durante todo el año, por lo que la migración prenupcial también es muy vistosa en el Estrecho de Gibraltar desde finales de marzo hasta aproximadamente el diez de mayo.
En Andalucía llegan a las colonias de cría en abril, generalmente muy numerosas y cerca de corrientes de agua, siempre que existan cortados o terraplenes que les permitan excavar sus nidos. Son túneles que pueden alcanzan entre 75 y 160 centímetros de profundidad, y de 5 a 8 centímetros de diámetro que terminan en una cámara de nidificación. Llegan a extraer 12 kilogramos de tierra.
Su régimen alimenticio es eminentemente insectívoro. En un estudio que realizamos sobre 889 egagrópilas, se determinaron 17.848 presas. El componente principal son las abejas y avispas que están presentes en casi todas las egagrópilas con gran abundancia. Le siguen los escarabajos, sobre todo cuando existe ganadería, y las moscas. El resto de grupos aportan porcentajes muy bajos. Adquiere cierta importancia la depredación sobre la abeja mielífera lo que ha provocado que sea considerado como un problema por los apicultores, aunque hay que tener en cuenta que también se citan depredadores de abejas.
Esta especie presenta una marcada preferencia por un rectángulo rayado de blanco y amarillo y del tamaño del abejorro. La diversidad de presas es relativamente baja a pesar de ser potenciales casi todos los insectos voladores. En época de reproducción, las parejas de adultos cazan en un territorio de unas 14 hectáreas y se ha indicado que a distancias inferiores a 1 kilómetro de la colonia no deben instalarse colmenares.
En la primera década del siglo XXI se culpó a esta especie de los males de la apicultura, se realizó un estudio para conocer los datos cuantitativos de daños, aportar medidas de gestión y realizar campañas de divulgación con el objetivo de compatibilizar la apicultura con la conservación del abejaruco. Los daños sobre los colmenares se pueden agrupar en depredación directa sobre las obreras o las reinas e inhibición del trabajo de pecoreo de las obreras.
Se colocó un colmenar de 24 colmenas al lado de una colonia de 98 parejas y otro de 26 colmenas a unos 3 kilómetros de distancia. Cuando se producen los enjambrazones naturales en el mes de marzo no ha llegado la mayoría de la población. En los análisis sobre su alimentación, no se ha citado la presencia de reinas en las egagrópilas. En relación con la inhibición del pecoreo, se encontró que el colmenar presentó entre 0,8 grados y 1,62 grados centígrados de temperatura más en la cámara de cría que en las colmenas testigo. Esto se debe a que no pueden salir las obreras a por agua para refrigerarla y se puede producir muerte de abejas por asfixia, estrés en la puesta de la reina, agresividad en las obreras y renovación de la reina. El colmenar situado al lado de la colonia experimentó una disminución de la población de obreras del 20,8%, frente el 3,8% del colmenar testigo. El dato más concluyente fue que no se encontraron diferencias significativas en la producción de miel entre los dos colmenares estudiados.
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Situar los colmenares entre 1 y 3 kilómetros de distancia de una gran colonia de abejarucos parece ser suficiente para minimizar los daños. Se han ensayado medidas de protección de los colmenares con resultados satisfactorios cuando no sea posible. En la actualidad, los abejarucos podrían ser considerados en cierta medida como unos aliados en la lucha contra la avispa asiática que es un depredador muy activo de abejas.
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