La tregua y la vuelta a la carretera de Oasis ha vuelto a partir el mundo en dos, entre los devotos de Noel y Liam Gallagher -rendidos ante el acontecimiento más determinante de la historia reciente- y los que creen que los hermanos son dos apestados que deberían ser expulsados del planeta Tierra. Unos colapsan las webs del grupo para acceder a las entradas de sus 14 conciertos en el Reino Unido e Irlanda y multiplican los precios de los hoteles hasta el infinito, mientras otros inciden en que solo regresan por dinero y vaticinan que volverán a separarse después de la gira lanzada para conmemorar el trigésimo aniversario de la publicación del álbum Definitely maybe.
Como en tantas otras cosas, no todo es solo blanco o negro y existe una amplia gama de grises donde encontrar el equilibrio. Una, que tiene a Don’t Look Back in Anger en la lista de reproducciones favoritas de Spotify pero que se queda fría ante otras canciones que no le parecen obra de la misma banda, considera que la vuelta de Oasis a los escenarios es una buena noticia. Que los dos hermanos vuelvan a tocar juntos después de 15 años de guerra fratricida retransmitida minuto a minuto le reconcilia a una con la condición humana, lo hagan por los motivos que lo hagan, toquen las canciones que toquen y duren lo que duren después de los 14 conciertos.
La banda, uno de los máximos exponentes del brit pop de mediados de los 90 a los que infinidad de jóvenes nunca han podido escuchar en directo, se une a la multitud de bandas retiradas que vuelven a los escenarios. Como tan bien apunta Jordi Bianciotto, nada mejor que una serie de conciertos para lograr más dinero con unos riesgos mínimos cuando se trata de grandes nombres y de largas esperas.
Bienvenidos sean Oasis, sus guitarras y sus melodías clásicas que, aunque recuerden a otros, devuelven el pop al centro musical en el Reino Unido y demuestran que segundas partes sí pueden ser buenas. Aunque sea 15 años después.
[–>
*Periodista
Subscribe to continue reading